Después de trabajar hasta tarde en la noche, mi amigo estaba exhausto. Subió a su automóvil y comenzó el largo viaje de regreso a la universidad donde estudiaba. Estaba conduciendo por un camino de campo poco transitado cuando el cansancio lo venció… y su vehículo se hundió en las aguas de un arroyo junto al camino. Sobrevivió a la experiencia con severas lesiones. Con los nervios de la parte inferior de su médula espinal cortados, ya no tenía control de las piernas. Estaba destinado a una silla de ruedas por el resto de su vida.

Le llevó mucho tiempo sanarse. Afortunadamente, mi amigo no era una persona ordinaria. Él no iba a permitir que sus severos problemas lo convirtieran en una carga para la sociedad. Decidió ayudar a otros y, a pesar de todos los obstáculos que enfrentaba, finalmente terminó sus estudios universitarios de grado. Su atractiva personalidad, perseverancia y dedicación a Dios le ayudaron mientras servía con éxito como docente, redactor, capellán y pastor. Muchos fueron bendecidos por su simpatía y comprensión. Desafortunadamente, sus piernas continuaron deteriorándose hasta el punto de tener que ser amputadas.

Por Ariel A. Roth – Continuar leyendo artículo original